El fundador de FTX, el tercer exchange de criptomonedas más grande del mundo, presentó una solicitud de quiebra el 11 de noviembre y, posteriormente, el 14 de noviembre, publicó 'What' en su cuenta de Twitter. Durante el fin de semana, y hasta el lunes, publicó una letra por cada hora: 'H', 'A', 'P', 'P', 'E', 'N', 'E', 'D'. Algunos inversores reaccionaron con humor a esta actitud juguetona, que se mantuvo incluso tras el anuncio de la quiebra, como una forma de explicar 'lo que sucedió'. Es importante destacar que esto contrasta fuertemente con la incertidumbre y el desconcierto que enfrentan los acreedores, dado que la deuda asciende a 66 billones de wones y afecta a cerca de 1 millón de personas.
¿Cómo debemos interpretar esta percepción tan contradictoria y ligera del 'dinero', cuando un número indeterminado de personas ha invertido, o más bien, ha donado, su valioso dinero del mundo real al mundo virtual? Este incidente nos obliga a cuestionarnos: '¿Cuál es la relación de nuestra situación actual con el dinero que hemos perdido?'
Según un informe de 2017 de la empresa de consultoría de tecnología de la información Cognizant, la principal fuente de estrés constante para los estadounidenses en la economía digital era la 'inseguridad financiera', superando incluso preocupaciones como la salud, el empleo y el miedo al terrorismo. El informe señala que esta inseguridad proviene principalmente de la pérdida de control sobre el dinero destinado a inversiones a largo plazo, como pensiones, seguros y la compra de viviendas, cuya valoración rápida es difícil; es decir, el dinero lento.
Después de experimentar la pandemia, que duró dos años y provocó una devastación económica, hemos sido testigos de fenómenos como la 'Gran Dimisión' (Quiet Quitting), en la que las personas buscan mantenerse en sus trabajos con el mínimo esfuerzo, la proliferación de 'trabajos múltiples' (N-Jobber), el auge del 'personal branding', el movimiento 'Fire' (Financial Independence, Retire Early) y, por último, la inversión excesiva en criptomonedas y acciones, así como el endeudamiento masivo para la compra de vivienda ('Yeongkkeol-jok'). Todos estos indicios sugieren que la actual inseguridad financiera podría ser similar o incluso mayor a la que se vivía en Estados Unidos en aquel entonces.
Sobre todo, la entidad que tiene la responsabilidad y el papel de responder a esta ansiedad crónica es 'el banco'. Los bancos son las instituciones mejor posicionadas para ayudar a las personas a desarrollar una relación más saludable con el dinero gracias a su acceso sin precedentes a los datos financieros de los clientes y su experiencia en la materia. Además, los bancos están en una posición ideal para beneficiarse de este proceso.
Sin embargo, los grupos financieros nacionales han expresado su descontento por el hecho de que, en el contexto de la inversión y el éxito de las agresivas plataformas financieras de las empresas Big Tech y Fintech, su propio papel se haya reducido a una mera sombra. Aunque se espera que la reciente discusión sobre la flexibilización de las regulaciones financieras lleve a una participación más activa de los bancos tradicionales en la 'guerra de plataformas' en el futuro, también existen opiniones que apuntan a la necesidad de abordar con mayor profundidad los desafíos que suponen superar las diferencias en la tecnología, la interfaz de usuario (UI) y la experiencia de usuario (UX) en comparación con los competidores existentes.
Por lo tanto, la oportunidad para las inversiones futuras en plataformas financieras digitales de los bancos tradicionales radica en la posibilidad de ayudar a los clientes a tener una experiencia más personalizada con su dinero lento. En otras palabras, la razón por la que los bancos deben considerar la 'seguridad' como un criterio para sus inversiones tecnológicas en relación con la resolución de la inseguridad financiera de sus clientes es la siguiente.
En primer lugar, pueden ayudar a desarrollar la capacidad de gestión presupuestaria. Desde Visa, los pagos electrónicos han ido evolucionando hasta llegar a las superapps actuales como Kakao Pay, siempre con el foco puesto en la 'movilidad del dinero'. Sin embargo, esta facilidad y rapidez en los pagos nos hace olvidar la importancia de la sensibilidad en el consumo que necesitamos para gestionar nuestro presupuesto. El dinero en efectivo nos enseñaba, en la vida cotidiana, el valor y el significado de la gestión financiera a través de la velocidad a la que desaparecía en un periodo determinado. Los filósofos lo llamaban conocimiento incorporado. Los bancos tienen la oportunidad de ofrecer esta experiencia sensorial del consumo, vinculada a la gestión presupuestaria, mediante la educación del cliente, tanto online como offline, utilizando el dinero como símbolo físico de la estabilidad financiera.
En segundo lugar, pueden ofrecer escenarios predictivos. Las personas experimentan un gran estrés ante la incertidumbre, pero recuperan la seguridad más rápidamente cuando comprenden las condiciones que desencadenan una situación determinada y pueden predecir cómo evolucionará esa situación. Aunque los bancos no pueden predecir el futuro, pueden proporcionar orientación y escenarios que ayuden a las personas a evaluar su situación financiera y a planificar en consecuencia.
En tercer lugar, pueden mostrar su papel tradicional como custodio permanente. La permanencia se refiere a la conexión con la estabilidad temporal. Los bancos son instituciones que poseen pasado, presente y futuro, y han superado tantas vicisitudes que han demostrado su capacidad para resistir cualquier fluctuación o crisis. En la 'guerra de las plataformas financieras digitales', los bancos deben plantearse cómo pueden transmitir a sus clientes esta resiliencia y perseverancia que les es propia.
“La carne que se ha desprendido es mayor”. Un participante en una encuesta con la que me encontré durante la pandemia utilizó la metáfora de la carne y el hueso para describir la vida cotidiana, en la que la incertidumbre y la inseguridad financiera habían aumentado debido a la gran reducción de puestos de trabajo y a la enorme presión que el gobierno ejercía sobre las pequeñas empresas. Dos años después, ¿ha disminuido su ansiedad? Quizás este sea el momento idóneo para que los bancos tradicionales consoliden una estrategia diferenciada en materia de inversión en plataformas financieras digitales basada en la 'seguridad', concretizando su propia validación de valor.
*Este artículo es la versión original del contenido publicado en lacolumna firmada en el periódico electrónico el 22 de noviembre de 2022.
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