Escuchar requiere más que simplemente registrar sonidos. Significa decodificarlos, desde los más distintos hasta los silenciosos y oscuros.
Escuchar profundamente significa detenerse lo suficiente en lo desconocido hasta que algo resalte como significativo, al igual que aprender un nuevo idioma implica desarrollar sensibilidad hacia las interacciones de las palabras y los gestos que dan ritmo a una cultura.
En mi trabajo, escuchar no es pasivo. Se requieren riesgos para obtener respuestas reales. La clave para mí ha sido aprender a mantener un papel de iniciado-externo. Ganarse la confianza de alguien, mantener el ritmo de una conversación.
Al mismo tiempo que puedo dar un paso atrás para interpretar la sonda y escuchar lo que no se está diciendo. La parte más emocionante del trabajo es su elemento dinámico. Al viajar por el mundo, experimento una y otra vez cómo nuestras hipótesis se dan la vuelta.
El factor crítico de la pieza de enlace termina siendo una sorpresa, algo que identifico solo cuando vuelvo a revisar los datos y lo veo en el contexto del todo. Este todo se refiere a la experiencia completa de la cultura.
Las personas que conocí y las cosas extrañas que se mencionaron de pasada. A veces, una frase puede hacer que todo lo demás tenga sentido. Estudiar a las personas no es un proceso lineal.
A menudo es borroso, ambiguo, produce respuestas lentas, pero siempre dejo el campo con la sensación de haber visto algo verdadero. La realidad de un lugar o un fenómeno me llega más tarde, no como un destello de comprensión, sino más bien en el riguroso proceso de creación de significado.
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